Durante años, Tom Brady hizo suyo ese poder, el de infligir miedo a los rivales aún estando abajo. El Super Bowl LIV confirma que no importa tener a la mejor defensiva de la liga, el dueño de ese sentimiento ahora es el joven maravilla, Patrick Mahomes.
Alberto García Ramos / receptor
No hubo fórmula para detener la eventualidad de estos playoffs: el regreso de los Kansas City Chiefs.
Los Jefes se convirtieron en el primer equipo en remontar no una, no dos, sino tres veces en los mismos playoffs cuando en sus tres partidos llegaron a estar abajo por un déficit de diez puntos o más. La magia de lo que muchos llaman la nueva cara de la NFL dejó lucir sus mejores conjuros en las citas más importantes de la temporada.
Y ahora son campeones del Super Bowl LIV.
Cincuenta años fue la espera de la franquicia de Kansas City, Missouri, para volver a levantar el título de la NFL. Ha pasado tanto tiempo que la última vez que ganaron, el trofeo todavía no llevaba el nombre del legendario entrenador de los Green Bay Packers, Vince Lombardi.
Pero la manera tan espectacular, dramática y sobresaliente con la que los Chiefs consiguieron victorias en esta postemporada -incluyendo el juego grande- hacen sentir esa espera como una que valió la pena para sus aficionados.
Posiblemente muchos sintieron que la máxima recompensa llegó un año tarde, pero la última vez que los Jefes perdieron en postemporada fue un adelanto de lo que el equipo, liderados el Head Coach Andy Reid, podía alcanzar. Todo gracias al diamante en bruto en la posición de Quarterback.
Fue en el Arrowhead Stadium y era el Campeonato de la Conferencia Americana de 2018. Los Patriotas de Nueva Inglaterra, el más reciente imperio de la NFL, saltaron a una ventaja 14-0 al medio tiempo. Bill Belichick estaba sofocando, como es su costumbre, al nuevo juguete brillante de la liga, el joven Patrick Mahomes, quien en su primer año como titular lanzó 50 pases de touchdown y arriba de 5,000 yardas, pero en esos primeros dos cuartos estaba nulificado.
Esa noche, sin embargo, los Patriotas aprendieron casi en su totalidad lo que hoy es una realidad. Ese mismo sentimiento que, por años, Tom Brady infligía en las esperanzas del rival, hizo sudar a la mente maestra de la NFL, aunque no se completó el hito.
En la segunda mitad de ese partido, los Chiefs anotaron 24 puntos en el cuarto cuarto, liderados por el joven de Tyler, Texas. Los últimos 3 fueron para empatar a 31 y forzar la prórroga por el pase al Super Bowl LIII, poniendo muy en duda la hegemonía latente de New England.
Mahomes y la ofensiva de Kansas City no volvieron a ver el emparrillado porque el volado del tiempo extra lo ganaron los Patriotas. La resolución, entonces, en lugar de venir de la estrella naciente, fue la última obra maestra de uno de los mejores QBs de todos los tiempos. Los Patriotas de Brady vencieron 37-31 en camino a su eventual sexto Super Bowl.

Más allá de la derrota, Patrick Mahomes demostró que jamás bajaría la guardia, aún cuando el equipo más temido de las últimas dos décadas lo tuvo contra las cuerdas. La retrospectiva ahora nos muestra que cuando porta sus hombreras y casco, no hay ventaja del rival que esté segura. El anillo de Super Bowl que le entregarán en unos meses al joven de 24 años es la prueba fehaciente del hecho.
Porque en la más reciente Ronda Divisional de los Playoffs, los Houston Texans se subieron 24-0 sobre Kansas City con 10:54 en el segundo cuarto. La respuesta de Mahomes fue liderar las siguientes SIETE series de los Chiefs hasta las diagonales, con cinco de las mismas terminando en pases de touchdown. Un partido que perdían por tres posesiones lo terminaron ganando 51-31.
Una semana después, los Chiefs recibieron a los sorpresivos Tennessee Titans, embalados luego de destronar con categoría a la dinastía patriota y terminar con la belleza de la novedad en Baltimore. La defensiva ganó ambos partidos para los Titanes y estaban a un Mahomes de alcanzar el Super Bowl.
Se dice que la mejor defensiva es una ofensiva longeva, porque si el QB rival no ve el campo, no puede hacerte daño. Ese fue el mantra de la visita durante la primera mitad del Campeonato de Conferencia, donde Tennessee se subió 17-7 luego de un hilo de 15 jugadas, 75 yardas y NUEVE minutos, el cual culminó con un touchdown de una yarda y se acabó más de la mitad del segundo cuarto.
Pero como si no hubiera pasado más de 15 minutos de tiempo real en la banca, apenas cinco jugadas después, Mahomes encontró a Tyreek Hill en conexión de touchdown para acercar 17-14 a los Jefes. Con once segundos antes del descanso, el QB la hizo personal en una escapada de 27 yardas para borrar casi inmediatamente ventaja de los Titans y enfilar a Kansas City a la victoria, la eventual 35-24. Un jugador tan peligroso con su brazo ahora era una amenaza por tierra.
Ni los Texans ni los Titans, sin embargo, podrían presumir una defensiva tan dominante como la de los San Francisco 49ers. El matchup clave del Super Bowl LIV era ese: la maravilla Mahomes contra la muralla dorada, que fue la líder en yardas aéreas permitidas durante la temporada regular gracias a una combinación ideal de una línea defensiva dominante y un perímetro experimentado.
Durante 80% del partido, los californianos exitosamente se impusieron.
Con 11:57 para el final, la exhibición de la unidad del Coordinador Defensivo Robert Saleh incluía 4 sacks, 2 intercepciones y a penas 172 yardas aéreas permitidas al MVP de 2018. Los 49ers ganaban 20-10.
La presión de una de las mejores líneas frontales en memoria reciente hizo ver a Mahomes no como un hechicero, sino como humano. Nick Bosa, el Novato Defensivo del Año, ya tenía una captura de QB. DeForest Bucker, otro de los linieros defensivos seleccionados por San Francisco en la primera ronda, ya había contribuido en un par. La combinación de disparos dejó que el profundo Jaquiski Tartt también le cayera al QB. Fred Warner y Tarvarius Moore fueron los responsables de los robos de balón por aire.
Tercera oportunidad y quince en su propia yarda 35. Siete minutos para el final, abajo por dos posesiones. En lugar de achicarse, Mahomes, como los QBs que marcan época, hizo suyo el momento. Tercera y quince.
Mahomes, aún en formación escopeta, hizo un dropback directo. La presión, una vez más, encima. Bosa hizo el cruce hacia el centro de la línea, Buckner se liberó como externo. Mahomes, con el tacle defensivo casi encima, soltó el brazo desde la 22 de su propio campo.
El balón cayó 56 yardas después en la 22 del rival en los brazos de Tyreek Hill, quien simplemente se enconchó para asegurar la recepción, e inyectarle vida a las aspiraciones de Super Bowl de los Chiefs. Pero más que vida, fue un shot de adrenalina directo al corazón.
Por supuesto que el fútbol es un deporte de equipo, pero sobre todo, complementario. Luego de terminar esa serie en las diagonales gracias a una conexión de una yarda con Travis Kelce, Mahomes necesitaba de su defensiva para poder continuar con la magia. La ayuda llegó.
Mucho se podrá cuestionar respecto a las decisiones del Coach de San Francisco, Kyle Shanahan, quien con seis minutos tenía la bola, la ventaja 20-17, y un temible ataque terrestre que 15 días atrás había totalizado casi 300 yardas. Parecía la fórmula perfecta para liquidar el encuentro. En lugar, en segunda y cinco todavía en propio terreno, Shanahan fue al aire con su QB Jimmy Garoppolo. Donde el ex Patriota vio una ventana, el tacle defensivo Chris Jones vio una oportunidad de jugada grande:
Si Jones no desvía ese balón, el ala cerrada George Kittle hace la recepción, San Francisco consigue el primero y diez, y habría de quitarle más tiempo al reloj. En lugar, fue un tres y fuera, y la bola regresó a manos del QB más caliente de la postemporada.
Evidentemente no podía ser de otra manera más que una conexión aérea de gran kilometraje para poner primero y diez profundo en terreno rival, ahora fue Mahomes encontrando a Sammy Watkins con una ganancia de 38 yardas y quemando al veterano esquinero Richard Sherman.
Cuatro jugadas después, Damien Williams metió un pase de 5 yardas a las diagonales, y el daño estaba hecho. Kansas City lideraba 24-20.
Todavía con dos minutos por jugar, los 49ers tenían tiempo y recursos suficientes para añadir a la lista de regresos dramáticos en la historia de Super Bowl. En medio campo, con una captura sobre Garoppolo en cuarto down, esas esperanzas se desvanecieron, y se empezó a confirmar el cambio de batuta.

Porque durante años -décadas, literalmente-, la NFL vio a un quarterback completar todo tipo de regresos y superar cualquier margen de déficit en los momentos más importantes. Sus tres primeros Súper Bowls los ganó con series dentro de los últimos dos minutos, y sus más reciente tríada de títulos incluyó un regreso de 28-3 temprano en el tercer cuarto. Ninguna ventaja se sentía segura si Tom Brady era el QB de los New England Patriots, porque a ese nivel de grandeza ascendió el mariscal.
Mucho se ha hablado del cambio generacional en la posición de QB y cómo los estilos mutan conforme pasa el tiempo. Es natural que haya una actualización de talento, pero la batuta que Brady está entregando es una que tiene la barra muy alta.
Nadie puede hablar en futuro ni predecirlo, por lo que no se trata de pensar cuánto más ganará Patrick Mahomes con los Kansas City Chiefs. De lo que sí se trata es del QB más joven en capturar el MVP de temporada y de Súper Bowl, y la manera como está logrando esas hazañas.
Durante los playoffs, los rivales estuvieron encima de los Chiefs por lo menos por dos posesiones en cada partido. Dos de esas ventajas desaparecieron antes del medio tiempo, y la tercera fue borrada con 2 minutos para el final, con todo y que una de las mejores defensivas de la liga estaba protegiendo esa ventaja.

Patrick Mahomes y los Kansas City Chiefs no fueron los usuales durante tres cuartos y fracción del Super Bowl LIV porque enfrente tenían a una de las barreras más físicas del 2019. Pero cuando era momento de matar o morir, el joven maravilla de la NFL escogió hacer lo que ha hecho toda su carrera: aniquilar.
Dos series de touchdown eran lo que necesitaban y fue lo que consiguieron. Con su último regreso de la temporada, Mahomes confirma que lo que hace sí es magia, y que la batuta posiblemente ya le ha sido entregada.
Porque mientras equipos temblaban de ver a Tom Brady ejecutar con un déficit en el marcador, ahora ninguno, ni siquiera la mejor defensiva de la liga, puede sentirse cómoda de ver a Pat Mahomes en los controles opositores.
Un último regreso para confirmar el campeonato, el nacimiento de la leyenda y que el relevo ha sido consumado.
