Receptor. Con lágrimas de alegría, abrazos y una gratitud inmensa a los doctores y a Dios, fue dado de alta ayer por la tarde Abner Cruz Arellano el “ratón”, luego de estar hospitalizado por más de dos meses. Antes de salir del Instituto Nacional de Pediatría Abner pidió que le pusieran su jersey de los Pumas, así salió y así llegó a su casa. Un milagro es la historia de nuestro hijo, relatan sus padres a receptor.
Por Gustavo Castillo
“Nos sentimos emocionados, contentos, agradecidos con Dios, con la vida, con la gente que nos apoyó, que nos llenó de bendiciones, que aportó a la cuenta, a pesar de que estamos en un momento muy difícil todavía, es un gran oasis que nos fortalece, te cambia la vida, nos cambió la vida”.
Fueron las primeras palabras de Silvestre Cruz Castillo, padre de Abner, el jovencito que entró muy grave al Instituto Nacional de Pediatría una tarde de abril, luego de desvanecerse en el campo de entrenamiento de Pumas.
Abner Cruz Arellano es el mayor de dos hijos, de los maestros egresados de la carrera de Pedagogía de la UNAM, Silvestre y Elizabeth, y tiene un hermano menor, también jugador de Pumas infantiles de Ciudad Universitaria, que este año decidió descansar del deporte del emparrillado.
Nadie se imaginaba que esa tarde del 27 de abril, en un entrenamiento sucedieran estos hechos.
“Yo estaba tomándole fotos y películas ese día, porque me gusta tomar fotos. En un instante dejé de hacerlo, no sé por qué. De pronto, en segundos, todo sucedió, todo cambió, todo fue muy rápido. En instantes, que me parecieon horas, me ví con mi hijo en una ambulancia de la UNAM, íbamos rumbo al hospital, lo tenía en mis brazos tieso, frío, se me estaba yendo mi hijo, la llegada al hospital se me hizo eterna”, recuerda su padre.
Desde que ingreso al INP, el diagnóstico fue pesimista: “Los neurocirujanos nos dijeron que por el tipo de lesión que tenía Abner, el 20 por ciento de probabilidad era de vida y el 80 por ciento de muerte”, platica Silvestre.
A Abner le practicaron una cirugía en el cerebro, 9 horas duró la operación, inició a a las 8 de la noche del 27 de abril y terminó a las cinco de la mañana del día 28. “Fueron horas angustiantes” señala su padre.
“Al terminar la operación, un médico colombiano de apellido Santacruz nos dijo, “si Dios me ayudó, ya salió tú hijo”. Y nos insistió que tuviéramos mucha fe.
Las próximas 72 horas eran cruciales para la vida de Abner. Todo iba muy bien, la operación había sido un éxito, había fe, había esperanzas, pero todo cambió.
“Antes de las 72 se complicó por la presión cerebral, era muy larga, corría el riesgo de que se fuera por la columna cerebral. Se complicó más al otro día, porque el riñón y el hígado empezaron a fallar, le dio pulmonía, hubo daños incluso por los medicamentos”.
Pasaron las 72 horas, la situación era cada vez mas crítica. “Su hijo tiene las pupilas dilatadas”, nos dijeron los doctores. Le hicieron varios estudios, ecogramas, “técnicamente no recuerdo, comentaban que el daño principal estaba en la parte trasera del cerebro, que de acuerdo a su estudio, existían ahí varios paros cerebrales, los doctores nos advirtieron que si sobrevivía podría tener muchas secuelas”, fue brutal este diagóstico para los padres, familia y amigos del ratón, quienes se encontraban pendientes del caso.
Nunca perdimos la fe, dice Silvestre, llegaron los cuestionamientos, “porquea Abner, siempre ha sido un buen deportista, un buen hijo, un buen estudiante, tiene promedio de 9 en la secundaria”.
En esos momentos mucha gente se acercó a la familia Cruz Arellano, les imprimió fe. Los padres comentan que les llevaban santos, rezaban por Abner, recibían llamadas de apoyo. Católicos y no católicos “yo voy a rezar por tu hijo” les decían, a mi manera.
Platican que un doctor cubano, de sobrenombre Chema, les señaló: “Ustedes saben que su hijo esta muy delicado, en riesgo de muerte, sólo les digo que no pierdan la fe, hay casos muy difíciles, igual o perores que el de Abner, y yo he visto como salen con vida del hospital, no pierdan la fe”.
El Milagro
La ciencia decía muchas cosas negativas pero nuna perdimos la fe, nos dice su padre. Después de un mes en el hospital el 27 de mayo, Abner despertó.
“Un dia antes, abrió los parpados y estaba con su madre, empezaron a llorar juntos, de alegría, de tristeza, de agradecimiento a los médicos, a Dios”, El padre de Abner nos cuenta que luego de verlo postrado en la cama por muchos días, les dijo como pudo, que le dolían los dedos de las manos, y que el diagnostico no era muy alagador. “A mi esposa le insinuaron que posiblemente Abner quedaría en estado vegetal”, fue otro golpe brutal.
El maestro de primaria, padre de Abner, nos cuenta que cada noche, cada mañana, siempre platicaban con Abner, “nunca dejamos de platicar positivamente, aunque muchas veces médicamente parecía que no nos escuchaba, nosotros teníamos la fe de que fuera lo contrario, le decíamos de la gente que lo mandaba a saludar, que le mandaba sus bendiciones”.
Luego de la cirugía sus padres y familiares se encagaron de moverle sus brazos, sus piernas, para que no se atrofiaran sus articulaciones por la inmovilidad.
Elizabeth Arellano, la mamá de Abner, también maestra de primaria, tuvo que dejar su trabajo para cuidar a su hijo mayor. Pasó su cumpleaños, casualmente el día de las madres, en el hospital. “Mi esposa es un ejemplo de fe, de fortaleza, como madre fue el pilar de todo esto”, dice su esposo Silvestre.
El diagnóstico actual
Él ve, él escucha, él entiende, él habla, aunque sin sonido, ya que tiene la traqueotomía, se alimenta por sonda gástrica, mueve los brazos, manos, pies caderas, se esta recuperando.
“Las escaras hicieron mucho daño al cuerpo de Abner por estar mas de un mes en cama, las llagas le dañaron la parte trasera de la cabeza, en la cadera, incluso se agravó una de ellas y tuvieron que llevarlo a cirugía, tuvo una úlcera gástrica por estar sin alimento casi un mes, bajo 17 kilos de peso, la úlcera provocó evacuaciones de sangre”.
Lo que sigue
Lo que le resta ahora a Abner es un gran camino, ir a rehabilitación al mismo INP, para consultas de las escaras. Psicológicamente esta muy bien, dicen sus papás.
“En esto no hay culpables, no hay responsables, no hay que satanizar al fútbol americano, eso es lo que más le gustaba, lo que mas le apasionaba. Desde Ecatepec, diariamente, religiosamente, iba y venía a CU. Dos horas de ida y dos de regreso, desde la tercera sección de Aragón donde tiene su casa. Con tránsito, lluvia, calor, siempre llegó puntual a entrenar, desde hace 6 años, desde que jugaba pañoletas, hasta ahora”.
-Yo le pregunté a mi hijo, dice Silvestre, ¿y ahora que estés bien, qué quieres hacer? Dime, y me respondió.
-Pues ir al americano.
-No, no puedes jugar, le dije.
-Ir al americano, nada más a ver, me respondió.
Ahora empieza otra lucha en la casa de esta familia, su hermano menor Joshua cumple 11 años el 17 agosto y seguramente lo festejarán, si no en grande, sí en familia. Su hermano ingresará a la secundaria.
Abner ya no pudo hacer su exámen de admisión a la Preparatoria, a pesar de tener un promedio de nueve al salir de la secundaria, la cual no pudo concluir por el incidente, pero sus maestros, al ver su situación y tener en cuenta su desenvolvimiento escolar, lo pasaron de año.
Su meta para el próximo año, es ingresar a la Prepa 9 de la UNAM.
Le espera un año de rehabilitación, le espera estudiar, quiere ser ingeniero químico como su tio, el ratón original, mas bien “la rata”, como le apodaban a Juan Manuel Arellano Cedillo, jugador contemporáneo del entrenador en jefe de Pumas, Raúl Rivera, primero como Cóndores y luego como Pumas de 1995 al 2000.
Agradecimientos:
“Estamos muy agradecidos, por la atención con el equipo de urgencias del Instituto Nacional de Pediatría, un mes y días estuvo en la cama 8 de urgencias, luego en el cuarto piso de infectología.
Estamos agradecido con la familia de sangre y la de fútbol americano, con la familia Puma, con las autoriadedes de la UNAM y del FBA.
Estamos unidos como familia, porque nos habíamos distanciado y Dios nos da la oportunidad de renacer”.