“Hay mucho desorden en la ciudad, me da miedo salir a manejar, no hay ningún respeto, está re feo aquí”. Estas fueron las primeras respuestas que el coach Manuel Rodero respondió a Receptor en una entrevista que se tornó más bien en una charla y en la que habló de todo, de su vida, su pasión, su trabajo y de su manera de ser y de pensar. Esta es la primera entrega de tres partes.
Domingo 29 de abril de 2007, 23:37 horas
Por Gustavo Castillo y Alberto García.
Contrario a lo que muchos creen, es una persona muy sencilla, amable, simpático, agradable. Esa imagen de soberbio, engreído, petulante “me la han hecho gente envidiosa” asegura. El Coach Manuel Rodero se oye sincero, honesto, es congruente con su pensamiento, “las cosas se hacen bien, o mejor no se hace”, sostiene.
Dispuesto a trabajar con todo para regresarle al Politécnico tantos años de gloria que con esa Institución logró en las décadas de los 50, 60, 70 y 80 y a unos días de cumplir 77 años, el coach Rodero se sincera con receptor, “estos 14 años que no he entrenado a un equipo, he aprendido mucho más fútbol, porque ha eso me dedico, y claro, también a disfrutar de mis nietos”.
Un ortodoxo del deporte del emparrillado en México, Manuel Rodero habló de gran parte de su historia durante la entrevista exclusiva con receptor. Perfeccionista nato, le gusta la precisión de los datos y las cifras, el periodismo honesto y verídico, la palabra íntegra. Durante la plática confió muchos detalles, muchos momentos, anécdotas, aclaró rumores y mitos que en torno suyo se han generado. Rodero es honesto, y con honestidad pretende que se hable y conozca de él. Ésta es la primera de tres partes de la entrevista. Un encuentro largo, ameno, cordial, más de cuatro horas de platica con el que es considerado por muchos que lo conocen y que jugaron bajo su mando, el mejor entrenador de fútbol americano en México.
¿Por qué regresó coach?
Porque me hablaron, me habló el Director del Politécnico.
¿Y su familia? No, me vine solo, todos viven en Brownsville.
El coach Rodero recibió a Receptor muy amablemente en la oficina del Director de Actividades Deportivas del Politécnico, el ingeniero Carlos Yapúr, ahí nos acomodó en un sillón, mientras que él se sentó en una silla frente a nosotros.
Su postura era como si estuviera en dos puntos, derecho, los pies bien apoyados, atento, listo para dar el primer paso, listo para cualquier cosa.
¿Qué hizo en todo este tiempo que estuvo fuera de México?
Fútbol, es más, tenía más actividad que aquí. Iba a clínicas, veía juegos, los grababa, es lo que a mí me gusta para acabar pronto. Allá casi toda la semana hay fútbol. Los lunes hay profesional, los martes colegial, los miércoles no hay nada, los jueves high school, los viernes high school, los sábados colegial y los domingos profesional.
Cruzado de brazos, Rodero nos veía muy atento, como estudia seguramente a sus adversarios. ¿No sienten ustedes calor? Nos pregunta. Un poco coach, le repondemos. ufff, él si estaba un poco acalorado. Continúa: “Bueno también perdí mucho tiempo en un problema que tuve, Mandé a hacer mi casa, la construyeron, no hicieron lo que les pedí. Demandé a la empresa, me regresaron mi dinero y la mandé a construir otra vez hasta que quedó. Ahí perdí mucho tiempo”.
¿Cómo ve el país? Hace muecas, se acomoda, mueve la cabeza. Seguramente es de esas preguntas que le incomodan, que no quisiera que se le preguntaran y mucho menos contestar. Hace un esfuerzo. “Esta re feo aquí, no hay ningún respeto, me da miedo salir a la calle y manejar, todo mundo se te avienta”.
Desgraciadamente lo que dice el coach es la verdad. Para ir a nuestro tema le preguntamos ¿Cómo ve el fútbol americano de México?
No he dejado de verlo, estoy enterado de todo, iba de vez en cuando a Monterrey a ver los juegos de liga mayor. Vi al Tec, a los Tigres, a la UDLA. En todo estoy, hasta de las grillas estoy enterado.
Sonrié en esto último, y se nota porque sabe de que estamos hablando, como si nunca se hubiera ido, como si viviera aquí y no en Estados Unidos, la memoria no le falla, sólo con algunos detalles, pero no es nada, es una enciclopedia. Y le lanzamos otra bomba ¿Cómo ve a sus colegas?
No me hagan comprar boleto, para que me buscan más enemigos. Reímos juntos. Es casi la hora de la comida, el coach Rodero voltea a ver su reloj.
¿Ahora que está de regreso, cuáles son sus objetivos?
Los que han sido toda mi vida, ganar. Para eso hay que trabajar. Sacar un equipo campeón de momento no, pero si en dos o tres años. Fortalecer la organización, será difícil porque aún no conozco bien quién podrá ayudarme.
Pasamos a otro tema no menos interesante. Cómo inicio de lleno su carrera como coach y para que lo entendamos, Rodero nos platica de la cuestión personal, el aspecto laboral.
Hace algunos años inicié una empresa, ROD S.A., fabricaba muebles para televisión, de esos grandototes, que traían incluida cantina y toda la cosa. Le vendí a Admiral, General Electric, Philco. Después a tiendas como Viana, Salinas y Rocha, Hermanos Vázquez, sobre todo a una tienda que estaba en avenida Juárez. Eran de madera pero después vino el plástico y comencé a fabricar comedores y sillas. Rentaba un local, al siguiente año me cambié a uno más grande. Al tercer año compré un terreno, al cuarto año construí y ya estaba fabricando. Veinte años le invertí, me fue muy bien y me retiré. No regresé a trabajar.
Que les parece si cambiamos de lugar. Nos pidió el coach Rodero. Claro que sí coach con gusto. ¿Lo operaron hace poco verdad?
Sí de cuatro vértebras, traigo dos tornillos en cada una. Y me molesta mucho estar en esta posición. Hace 35 años me dijeron que me tenía que operar y miren hasta cuando vine a hacerlo. Al parecer las vértebras que se me dañaron fueron la 2, 3, 4 y 5.
¿Se operó allá en Estados Unidos?
No que va, me operó De Leo (Roberto), de ninguno me dejo operar más que de él. Es el Presidente de la Asociación Mundial de Neurocirujanos. Me tuvo que cortar el trapecio y como la cicatrización queda burda pues me dejó un malestar muscular. No puedo hacer algunos movimientos, Por ejemplo llevar la cuchara a la boca me cuesta mucho trabajo. Tan sólo el saludar de beso, es casi imposible, los doy al aire porque no puedo hacer el movimiento natural. El cuerpo es sabio. Leer, escribir me cansa mucho. Comer es un martirio.
¿Se dice mucho de usted, que es casi un ogro? El coach Rodero esboza una leve sonrisa.
Se dicen muchas cosas de mí, la mayoría mentiras. No son verídicas, son una bola de chismes, muchos comentarios basados en envidias. Quien dice y escribe de ellas son puros pelafustanes.
¿También se dice que usted tomaba decisiones en los juegos fuera de toda lógica?
Mire, para tomar una decisión, por ejemplo jugarse dos puntos, en lugar de un punto extra, hay una tarjeta donde indica cuando debe uno jugársela y cuando no. Ya está escrito.
El coach Rodero busca en su cartera su tabla.
No la traigo, pero ahí viene. Todo ya está escrito, de acuerdo a los scores (marcadores), no hay que inventar. Yo pertenezco a la AFCA (American Football Coaches Association).
De su cartera saca una credencial y nos muestra su acreditación, efectivamente trae su nombre y su número, el 5125.
Todavía estoy vigente, dice.
¿Cómo encontró su campo, su casillero, el equipo?
Es un desorden, hay dos intermedias entrenando ahí, una juvenil, hasta femenil, parece verbena de pueblo. Ese lugar es de liga mayor y nada más.
¿Cómo ve a los Tecs, a la UDLA, se les puede ganar?
Claro, no son invencibles, pero hay que trabajar mucho. Todo consiste en querer uno ser. Estudiar, sacrificarse de muchas cosas. Y mucho de ello es lo que significa en ser coach, uno debe de enseñar, ser un ejemplo. Yo no tomo, no fumo. Tener ética. Tener dignidad.
¿Oiga coach usted también fue entrenador del Atlante?
Si era el preparador físico, fue otra época, recuerdo a un jugador que le decían el “calavera”, hice que subiera como 5 kilos, estaba feliz y así a muchos otros, los argentinos eran los únicos que se quejaban del trabajo, nada más vienen a llevarse el dinero.
Receptor se llevo una grata sorpresa, del coach Rodero sólo sabíamos lo que habíamos leído y oído, y nos dimos cuenta que la máxima del periodismo nos abrió la gran puerta: preguntar. Nos encontramos con un personaje agradable, sincero, platicador, y sobre todo nos enteramos que al coach Rodero le purgan las mentiras.
“En esto del fútbol americano es muy fácil mentir. Eso hace mucho daño”.
Se ve fuerte, aunque con la molestia de su cuello. Con ropa sport impecable, bien fajado, bien boleados los zapatos. Destaca su anillo en su mano izquierda. Grandes manos, fuertes antebrazos. Erguido el pecho.
¿De qué es su anillo?
Del campeonato de 1975.
¿Me deja verlo? Le pregunto y me acerca la mano, lo observo de cerca, es gigante, mas que hermoso es emblemático, en un costado lleva el año, lo trae en la mano izquierda, para ser exactos en el dedo anular.
¿Y el del 89?
Me lo robaron.
¿En Estados Unidos?
No, aquí. Me asaltaron.
¿Cómo ve a los jugadores coach?
Diferentes, ahora traen el pelo largo, traen aretes, fierros en la boca, tatuajes. Esos jugadores no tienen lugar aquí. Por eso los entrenadores no deben decir groserías, deben dar el ejemplo. Todo eso para que vengan las familias a los juegos. Que no se avergüencen. Pero todo eso lo debe de enseñar el coach, llegar temprano, llegar limpio, ser educado, la labor del coach es educar.
Sus comentarios, anécdotas y su misma historia son un reflejo fiel de cómo es el coach Rodero, de su manera de pensar y de ver la vida. El orden, la disciplina, la educación. “Mi tarea era ganar y hacer ingenieros” nos dice de su mejor época, cuando ganaba todo, “cuando estaba más tonto” dice. Lo ven a uno así y empiezan los comentarios insanos, las envidias, las grillas. Por eso me he ido, porque no me gusta eso. Pero esa ya es otra historia.
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