La tribuna infantil

Receptor. La tribuna es ese pequeño espacio donde los familiares y amigos, aplauden las hazañas de los pequeños gladiadores, no importa que ganen o pierdan, no importa que llueva o haga calor, lo que importa es llegar y estar ahí. 

Por Gustavo Castillo Torres

Unos días antes se llaman por teléfono se mensajean, se wasapean o se escriben por el facebook. La pregunta es ¿a qué hora juegan? Y ahí comienza todo. 

Llegan en auto, en taxi, en metro o en el bus del equipo. Llegan vestidos para la ocasión de pants o de mezclilla, suéter o chamarra, traen de rigor el paraguas, o el impermeable si el cielo está nublado. Si esta soleado, no falta la gorra, una bonita camisa del color del equipo, el protector solar, por sí no hay tribunas con techo y algunos cargan con el paragüotas, de esos en los que cabe casi toda la familia.

Los comestibles y los bebestibles son una parte importante, casi vital. Algunas mamás previsibles llevan tortas, sandwiches o algo con que calmar el hambre. De preferencia agua natural para la jornada.

Otros prefieren comprar lo que se venda por el lugar. Por ejemplo en los campos de CU, los tacos de canasta son el platillo principal. Afuera de los campos se pueden encontrar a esos jovencitos con sus bicis, perfectamente equilibrados con un pie en el piso y otro en el cuadro de su vehículo-negocio.

Son de a cuatro por 15 pesos. La orden es variada, chicharrón, frijol, papa y adobo. El servicio rápido y práctico. En un papel estraza te los dan juntitos. La salsa es al gusto. Verde siempre, con cebollitas y cálido.

A quienes somos bien débiles de la panza siempre nos hacen daño esos condenados tacos que saben re sabrosos, a los que tienen estómago de acero hasta tres órdenes aguantan. Un chesco para pasarnos el taco se perdona.

Pero a veces  hay de todo, nieves, raspados, tortas, y a veces no hay nada, ni una tiendita para un gansito y pues a buscarle.

Con lo de la comida resuelta, ahora si, a lo que te truje Chencha, a ver el juego. Aquí hay varios tipos de espectadores. Las porristas de tribuna. Son sobre todo las mamas y para ello llevan preparado el tambor y sus baquetas. Incluso ya hay tambores característicos del fútbol americano. Son unos tambos, con una tapadera de piel, perfectamente bien pintado con los colores del equipo, claro está, y hasta con patitas soldadas, para que no lo estén cargando.

Si coincide que hay dos porras en ambos equipos, en una de esas, casi siempre,  se da una verdadera guerra de porras y tambores de guerra. Los números de decibeles que cada porra emite es importante. Entre más ruidoso más poderosa la porra. Y los cánticos también influyen, entre más ingeniosos mejor. Hay algunos que hasta la canción de moda la adaptan para luchar contra el enemigo. 

Hay otro público, el callado, a los que nos les gusta tanto las porras sino ver el juego. Esos se sientan lo más alejado de las porristas de tribuna. No importa si son o no expertos en el deporte, los divide sólo el sonido.

No puede faltar el del video. El señor experto en la cámara que va preparado con su tripie, pilas de repuesto, caset o tarjeta de sobra y con toda la disposición para captar las mejores jugadas, incluso los hay hasta los que narran el partido.

Los cojincitos para las tribunas se han extendido entre los aficionados. El clásico es el de balón ovalado, con sus colores originales y hasta con sus costuras. Pero también hay de otros colores. Sus precios se han disparado hasta en 180 pesos, pero hay quienes conscientes de la situación los dan en 100.

En las tribunas hay de todo. El papa coach, ya sea que haya jugado el deporte o no. Desde su lugar dirige el destino de su vástago. Le indica con gritos o con señas, como colocarse, como golpear, como bloquear, como tacklear, en fin, como triunfar. Pero si da la casualidad de que pierde el muchachito, pues unas palabras de aliento solucionan todo.

Hay otro tipo de aficionado, el que quiere esta a fuerza en el campo, casi casi en la  línea de golpeo. Se hace pasar por entrenador, por aguador, por prensa, pero el fin es estar lo más cerca posible de su peque. 

De ahí es más fácil dirigir y tomar video o fotos, aunque la grabación de la jugada espectacular se le escapé, porque o graba o festeja, y la emoción les gana.

También esta el papá o la mamá apoyadores, los que echan porras al equipo en general, que aplauden hasta los errores, que animan a su hijo y a los demás. Y bueno, no falta en busca pleitos, el que se mete con el árbitro, con la otra porra y basta con los jugadores contrarios, a esos nadie los quiere.

Hay escenas muy conmovedoras en este pequeño espacio de convivencia. La abue o el abue que van a ver al nieto. Cansados, encorbados, abrigados aunque el calor esté al máximo, están ahí. 

Me tocó ver una imagen conmovedora de un corredor que anotó un touchdown  y buscó al que supongo era su abuelito, que iba en silla de ruedas y le mandó una señal que puedo interpretar, “para ti”.

Las chicas guapas no faltan, primas, hermanas, novias, ex novias, tías. Ahí están. Muchas veces no entienden el juego, pero no es tan difícil enterarse. Al final muchas veces preguntan. ¿Ganamos?

Hay quienes van a un solo juego, donde juega el pequeño de la familia. Hay quienes se quedan dos, tres o hasta toda la jornada de encuentros. Eso le implica unas cuatro o cinco horas.

Alrededor de un juego de un chico de categoría infantil se cuecen muchas historias. El niño que no jugó porque no dio el peso, el que llegó tarde, el que es su cumpleaños y lejos de cantarle las mañanitas recibe una tanda de sapes y lodo, porque así es.

Pero luego las mamás organizan una verdadera pachanga atrás de las tribunas para festejar al cumpleañero. Que es más ñero que cumple.

Todo esto ha logrado tejer amistades, entre niños, entre adultos, entre familias, todo gracias al fútbol americano.

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