Ganan las Blancas hasta en la tribuna

receptor. La visión de los aficionados es distinta a la de los periodistas. Asimilan los acontecimientos influidos por el amor a su equipo y cuando pierden, tratan de seguir con esa fidelidad. Crónica de la semifinal entre Pumas y Águilas Blancas, que se llevaron los politécnicos #receptorsomostodos escrita por un aficionado del equipo de la UNAM.

Por Carlos Miranda, recepotorSomosTodos

Algo provocó el bloqueo de la patada de despeje y subsiguiente anotación de Águilas Blancas, que desde entonces Pumas no pudo recobrar el ritmo inicial del partido.

            Giros del football. Los visitantes comienzan un drive imponente que casi los lleva a la anotación, pero los descuidos, las faltas, los alejan del objetivo y termina por resultar frustrada esta posibilidad. Pumas toma el balón y a cada jugada se engrandece hasta atravesar el campo y conseguir de manera señorial el primer touchdown. Impávida, la tribuna visitante se sumerge en un silencio de camposanto.

            Esa primera portentosa pila de jugadas parecía apuntalar el camino hacia lo esperado por propios y extraños: el triunfo puma. La demostración de habilidad, excelente juego táctico y estratégico, poder, velocidad, y la personalidad de equipo, parecía marcar la pauta de lo que se desarrollaría en los siguientes tres cuartos y medio de tiempo.

            La defensiva visitante ajustó, pero nadie esperaba lo suficiente como para terminar por imponerse a los poderosos locales. Fue cuando la patada de despeje, a unas yardas de la zona de anotación local, resultó inesperadamente bloqueada por el águila y de esta forma transformada en touchdown, y con ello una explosión de algarabía retumbó desde Ciudad Universitaria hasta Santo Tomás.

            Pumas no volvió a ser el mismo a partir de este momento. Jugó con pundonor  y convicción el partido, pero mostrando un grado de afectación en la seguridad. Así como cuando a un megalómano se le exhibe alguna debilidad, que acusa como consecuencia actos de torpeza que desencadenan nuevos yerros que delatan, a su vez, una autoestima lastimada, Pumas comenzó a trastabillar a cada serie.

            Las poderosas individualidades del equipo, todas, comenzaron a jugar sin la enjundia de los primeros minutos, con todo y flashazos imponentes en algunas jugadas. La configuración de este curioso escenario delataba que el ambiente en quienes toman las decisiones en el campo no estaba acusando la suficiente serenidad, como para apelar a la concentración, recuperar la creencia en las capacidades propias y establecer ajustes apremiantes para retomar el control del juego.

            Pero tampoco eran las Águilas Blancas de semanas previas. Haber superado la limitante mental de la derrota, equivale a procurarse un salto cuántico de dimensiones desconocidas. Y, entonces, vemos las consecuencias: Concentración total para aprovechar oportunidades, cero complejo de inferioridad frente a un equipo acostumbrado a señorear, la nula pérdida de la creencia en las capacidades propias, serenidad y astucia para tomar decisiones.

La tribuna guinda y blanco se fajó en las gradas con el mismo ímpetu de siempre, con el mismo brío que el equipo en el césped. Honor a quien honor merece. La tribuna puma también dispuso su mejor empeño. Es más, en la mayoría de las veces impusieron las series de goyas contra huelums. Y el desgañite resultó generalizado. Esto es lo que hace de este partido un encontronazo único, tal vez en el  mundo.

En gradas locales, las opiniones se hacieron escuchar. Exoneran a los jugadores. A todos se les reconoce gran valía, pese a que algunos contados jugadores acusan una soberbia de estrellitis fuera de todo lugar. Pero, bien por los chavos. Entonces, ¿dónde quedó la bolita? El nuevo staff recibió un caudal de excelentes deportistas y atletas. ¿Alguien dudaría de esta afirmación? Los hechos se redondean en el resultado final de este partido. Pero, el resultado se conforma de detalles que no se deben soslayar. Y, aquí, la manera de sufrir esta derrota, con los distintos factores que intervinieron en este fracaso, deben valorarse con toda frialdad para tomar las decisiones correctivas rumbo al 2020.

Escandaliza en el público el ingreso del QB titular. Desde que se le ve ingresar al campo se le nota distante de recuperación. Muchos auguran un daño mayor. Pero, nadie en la tribuna conoce las razones de esta decisión. Como aquella vez, contra Burros Blancos, en que se le sustituyó cuando llevaba al equipo con excelente ritmo. Vaya cosas. Misterios a ras de campo, contra toda lógica extracampo.  

Los detalles –“las jugadas grandes”- hicieron diferencia. El bloqueo de patada convertido en anotación, la provocación oportuna de un balón suelto y el remate con una intercepción. Otros detalles: la obsesión por los castigos en el equipo puma. Como se ha señalado en otros espacios, el que no se haya reparado en este asunto de manera debida, revela que semejante proclividad proviene desde la cabeza del entrenador en jefe.

Segundo año consecutivo en que un equipo con potencial finalista como Pumas CU, queda en semis. Y con una derrota clave que apunta a que se entregó el partido con decisiones erróneas y deficiente concentración de jugadores. Su afición espera que no se alargue la reivindicación triunfadora del equipo. Y, el plazo no se extiende más allá del próximo año, en circunstancias donde la competencia tendrá mayores exigencias con el resurgimiento de un viejo conocido y la consolidación de otro que se ha enriquecido con la experiencia y conocimiento puma.

Para quienes consideran que Burros Blancos tiene todo para campeonar, hay que subrayarles que lo mismo se consideró en la semifinal del sábado pasado en Ciudad Universitaria. Cierto, Águilas Blancas acusa un déficit a la ofensiva que podrá traducirse en un rendimiento medio o bajo en una final de alta exigencia. Pese al importante detalle, las Blancas vienen con la fortaleza que inyecta el haber desafiado las leyes de gravedad en CU, contra todo pronóstico. El reconocerse de nueva cuenta no favoritos en la final. El enfrentar a un equipo que en la aparente ventaja que le conceden las cifras y el poseer un jugador excepcional, el trabajo en la ejecución y la estrategia hacia los jugadores clave de los Burros será definitivo. Por sobre todo, Águilas Blancas debe creer en la concreción de un triunfo que celebre su media centuria de vida.

A las afueras del estadio, un seguidor de años de las Blancas expresó un sueño increíble: “¿Te imaginas que el próximo sábado las Águilas carguen en sus hombros al doctor Licea?” El amigo, con asombro, le contestó: “Dirás a Enrique Zárate”. El tipo precisó: “Al doctor Jacinto Licea, el hombre histórico, insignia, de las Águilas Blancas.”

Vaya que el regreso de Santo Tomás a una final, despierta las mayores expectativas entre sus fieles seguidores.

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